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lunes, 17 de enero de 2011

El viaje!

Para comenzar el nuevo año, con una catarsis completa, que permita engrandecer nuestro grupo y evitar posibles animadversiones; publicamos a manera de crónica, la experiencia que hoy con el reposo de las vacaciones, fue la historia más curiosa del año que terminó.

El sueño de todo ciclista de ruta, se centra en coronar las altas cumbres que se realizan en las diferentes carreras profesionales; pues un conocido médico, sintió que ese sueño sería cumplido, al programar su grupo un memorable recorrido que incluía una de las montañas más duras de ascender; más que por su inclinación, por su distancia.
Así, que organizó sus turnos, solicitó permiso (a su esposa), llevó su ‘flaca’ al taller y desde aquél día, todo giró alrededor de el anhelado viaje, hasta que…. Una llamada, le informó, que por motivos logísticos, el viaje se adelantaría una semana.
Sintió una aterida comezón desde su nuca, hasta el pliegue glúteo, e inmediatamente se dirigió al cuadro de turnos, que se convertía en su principal enemigo; solo para darse cuenta, que tenía turno el fin de semana en que se realizaría entonces el viaje.  Después de rascarse la comezón de la espalda, empezó a llamar a todas las posibles ‘victimas’ que podrían realizarle aquel atravesado turno.   Su familia sufrió los embates de la desilusión, mezclada con furia, ansiedad,  y un toque de psicosis; pues quedaron canceladas las salidas, y hasta el mercado quedó en ‘stand by’, la prioridad en adelante, sería el paseo.

Maldecía el matrimonio del familiar del conductor, que obligó al cambio de fecha, y por supuesto a su trabajo, añorando haber estudiado nutrición forestal o ingeniería metabólica, cualquier cosa, que no forzara turnos y dominicales.
Su barba crecía frondosa, y el deseo se hizo obsesión, cuando prometió el salario de casi una semana a quien le cubriera el turno maldito, y entonces sí, solo entonces, hubo quien se ofreciera a realizarlo.  Sin embargo, quedaba un escollo, y era la clase de anatomía que debía ofrecer, y cuyo horario era el día del viaje en horas de la tarde; así que, se comunicó con los demás docentes y no fue posible el reemplazo.  Casi al borde de la locura, pensó en  contratar un vehículo que lo llevara hasta el sitio en que se iniciaría la ruta ciclística, que se encuentra a más de 230 km de su ciudad; y un buen amigo, le recordó que otro rutero, pensaba viajar por su cuenta; inmediatamente lo llamó para tratar de acordar un viaje alterno al ya programado por el grupo, recibiendo como respuesta una interrogación sobre su disponibilidad para el viaje, a lo que sin reparos replicó, que independientemente del costo, realizaría el viaje, y en caso de extrema necesidad, enviaría la bicicleta con el grupo, para seguirlos luego en cualquier transporte, ya fuera terrestre, fluvial o aéreo.

Finalmente, sin otra opción, decidió que mandaría la bici con el grupo, y viajaría más tarde el mismo día (después de la clase), aunque el descanso no fuese tan prolongado; por lo que no encontró necesario aclarar al organizador del viaje, que le honrara el cupo en el vehículo destinado para el mismo.  Además, se había comprometido a hacer turno la noche anterior, para compensar la ausencia de tres días, por lo que ese viernes, llegó puntual a la Clínica, donde entre valoración y valoración, pensaba en la fastuosa aventura que lo esperaba. Ya en la madrugada, recordó, que no había llevado la bicicleta hasta el sitio desde donde iba a partir el clan, se tranquilizó pensando en llamar muy temprano para hacerlo.
Una vez le recibieron el turno, salió corriendo para su casa, con la cabeza fija en el viaje, así que al llegar, y antes de dormir las cuatro horas que le quedaban antes de la clase, llamó para solicitar a un amigo el transporte de la flaca, hasta el lugar de reunión de la banda, y posteriormente llamó al organizador, para concretar donde debía dejar la máquina.
“Pero si nosotros pensamos que usted no iba, y le dimos el cupo a…”; esta vez, no fue una comezón,  fue una espada la que atravesó desde la bregma hasta la planta de los pies, realizando una mágica separación a la altura de la pelvis, para comprometer sus dos miembros inferiores; la sensación dobló sus codos, para llevar las manos a rodearle la cara.

Pasó de la incredulidad a la rabia, y de ésta a la decepción, todo estaba perdido;  después de 24 horas sin dormir, el sueño le había abandonado, y su cabeza giraba sin control sobre los hombros; en ese momento, cuando la desesperanza y la desesperación amenazaban con soltarlo al borde de un oscuro agujero sin fondo, como alucinación auditiva en neopsicótico, escuchó una voz decirle, “andate, así tengás que alquilar un taxi hasta allá”... tal vez el cansancio que sentía, o realmente una vesania, le hizo reír a carcajadas.
Reía, porque alguien estaba más loco que él, pues la distancia era muy larga, y aunque había pensado incluso viajar en avión, el hecho de tener que viajar con la bicicleta, lo hacía más complicado; sin embargo, esa voz cómplice, le dio un nuevo impulso a su ilusión, y reflexionó sobre las posibilidades, para decidir al rato, que viajaría en transporte público interurbano, es decir en flota (bus).   Esto, implicaba otro reto, pues su flaca, tendría que viajar en condiciones difíciles, en las bodegas del colectivo, entonces, cambio de planes, llevaría a la sustituta, que en el gremio conocemos como “el perrito”, que aunque cuidaba con algún esmero, realmente no prodigaba ni la décima parte de los cuidados que daba a la primera. Ah! A propósito, estaba toda sucia, y no la había engrasado en semanas, y tenía que trabajar en un par de horas…

Nuevamente, la cómplice de mil lides, se ofreció a llevar la bicicleta al taller, recogerla, y llevársela hasta el terminal de transportes; así que comenzó con los preparativos del viaje en forma presta, hasta que el reloj, indicó que debía dirigirse a su trabajo. El tiempo pasó raudo, y la hora de salida llegó; presuroso se dirigió a la salida del autobús, encontrándose con su familia, que en pleno había ido a despedirlo, bueno y a llevarle su flaca.
Una vez en el interior del colectivo, se acabarían las penas, y descansaría hasta terminar el viaje, que según los conocedores, debía durar cerca de seis horas; pues, su sorpresa fue evidente, cuando al llegar a la silla que le correspondía:  también estaba ocupada, y parecía que se habían sentado varias personas juntas ahí!  Pero, si le había insistido a su esposa, que exigiera el puesto de la ventana, y ella había comprado el mismo, hacía más de seis horas, entonces… llenándose de coraje se dirigió a la que identificó como pasajera única, que por sus enormes dimensiones, había confundido con un grupo, y le exclamó: “ese es mi puesto!”
La señora, diligentemente y sin el menor atisbo de fastidio, trató de correrse para permitirle el uso de su lugar; pero, era tanto el peso, que después de correrse…. De todas maneras, ocupaba los dos!!!!, y el bus estaba completamente lleno!!;  como pudo, pasó sobre ella, para ocupar el lugar en que disfrutaría del viaje.   Al tratar de sentarse, sintió un acolchado diferente al que conocía, y pensó que  en los años que llevaba sin utilizar este medio de transporte, la mejoría en las condiciones era fantástica, pero su compañera de viaje le quitó el pensamiento, cuando exclamó: “no cabe?”; fue entonces, cuando notó que se había sentado sobre ella…

Los hombros apretujaban su cuello, y parecía quedarse sin respiración, mientras la flota avanzaba lentamente por la carretera, que tan bien conocía; el cansancio debió haberlo hecho dormir rápidamente, pero el trinar de los dientes de su vecina, contra las papitas fritas, y demás viandas que ella sacaba ágilmente de todos lados, no se lo permitió, hasta que después de un par de horas, se acostumbró al sonido que salía de la boca de la gorda. Fue entonces, cuando sus ojos se cerraron para posarlo en brazos de Morfeo… 
I used to roll the dice
Feel the fear in my enemy's eyes
Listen as the crowd would sing:
"Now the old king is dead! Long live the king!"
Despertó agitado, pues era el timbre de su celular, apenas se estaba durmiendo; y al contestar, descubrió la voz dulce de su esposa, que preguntaba cómo iba el viaje.  Es una porquería, me tocó con una gorda hij… más grande que una morsa, y que come frituras con la boca abierta, tengo las bolas apretadas, porque si abro las piernas me toca cargarle la barriga, y si quiero toser me toca salirme del puesto, hubiera sido mejor viajar con un oso negro como acompañante, esta…  “Bien”, fue todo lo que pudo decir, mientras con sus pensamientos insultaba a la viajera contigua; entretanto su cómplice, le deseó una vez más un feliz viaje!.
Quería reír, para no llorar, pero, se dio cuenta que la cianosis que le producía la excesiva presión sobre su cuerpo, no le permitiría hacer ni lo uno, ni lo otro.  Sus pensamientos, entonces, continuaron con divagaciones absurdas, sobre leyes que obligaran a los obesos, a pagar todo doble: doble pasaje, doble impuesto de renta, doble entrada a cine, doble agua, doble luz, doble seguridad social, doble…. Doble hp vieja, se tiró un pedo!

Sobrevivió a la intoxicación flatulenta, y la cianosis comenzó a ceder, sus pulmones, se estaban adaptando a la intensa compresión, cuando el bus se detuvo abruptamente y el ayudante anunció a viva voz, que la parada duraría cerca de media hora, que todo aquel que quisiese comer, debía bajarse para hacerlo en el restaurante.   Nuevamente, la alegría se vio empañada al girar sus ojos hacia la izquierda… si no podía ni moverse, como iba a salir de ahí?
Increíblemente, la gorda aún tenía hambre, pues inexplicablemente, se volvió sutil, para  levantarse del puesto y bajarse veloz hasta el restaurante; lo que permitió al infortunado médico volver a respirar, y de nuevo sentir sus piernas, ahora, era él quien parecía torpe, y tardó más de diez minutos en ponerse de pie, aunque aún caminando con dificultad. Definitivamente, quien hubiese visto comer a esa ballena, creería que la comida era deliciosa, le hizo clasificarla como orca, que abren sus bocas para cenar tiburones. Pero nada más falso, la comida era un asco, tenía tanta grasa, que no hubiera llenado la panza de la rechoncha vecina.

Al fin, después de más de seis horas de tortura, el ómnibus se posó sobre el andén del municipio que sería destino de esta primera parte de su viaje; era solamente la primera parte, pues el verdadero domicilio, donde se encontraba el resto del grupo (ya instalado), se encontraba a unos veinte kilómetros de ahí; así que como pudo, volvió a saltar a Moby-Dick, y reclamó en la bodega a su tesoro, bueno el reemplazo de esta.

El calor era infernal, y pensó que podía encontrarse con el mismo Lucifer… con ese viaje introductorio…

No, luego de bogar un litro de agua de una sola bocanada,  pareció revivir, y sintió esperanza una vez más; imaginó, que debía ser la misma sensación, la que sentiría un secuestrado, en el momento de la liberación, o un preso al terminar su condena.  Rápidamente, se dirigió al sitio donde le indicaron se encontraba el taxi que lo llevaría al municipio cercano, y tuvo la fortuna de encontrarlo parqueado, como esperándolo; dándose cuenta rápidamente, que esperaba completar cuatro pasajeros, para iniciar el recorrido.  Ubicó cuidadosamente la bici en la maleta del vehículo, y se sentó en el asiento del copiloto,  viendo en el asiento trasero, a una pareja, que conversaba reposadamente.  Le indicó al conductor, que pagaría dos pasajes, para no tener que esperar, por lo que el viaje se inició rápido y sin contratiempos.
Al poco rato, un sonido lejano le hizo distraerse de la buena música que deleitaba al piloto, y sintió temor, pues se trataba de un quejido ahogado y misterioso; se tranquilizó, cuando observó como el conductor le mostraba con una mueca, que la pareja estaba entregada al frenesí del amor,  preocupándose otra vez, pero por el camino, ya que el taxista miraba tanto por el retrovisor, que no miraba la carretera.

Unos cuarenta minutos más tarde, llegó por fin a Mariquita.  Bueno, ese es el nombre del municipio, desde donde cinco horas después, debía partir la caravana para el codiciado recorrido ciclístico. El hotel donde se alojaban sus compañeros, no tenía cupo, por lo que tuvo que caminar a través de las discotecas, cargando a su flaca, entre borrachos, para conseguir alojamiento.
“Me desocupan una a las dos” fueron las palabras más cercanas a un sí, que logró escuchar; ya era la una de la madrugada, así que esperar una hora más, no era cosa del otro mundo. "Listo!"
Dejó a la flaca en la recepción, y salió a comer alguna cosa decente, y lo más cercano que encontró fue un perro caliente, esa fue su cena… o merienda?
A las dos en punto, regresó al hotelito y le asignaron la habitación, que para lo que esperaba no era nada mala; la cama cómoda y limpia, y el baño reluciente.  No le quedaba, sino armar la bicicleta, alistar las cosas, un baño bien profundo, y un sueño igual.

El objetivo estaba muy cerca, el sueño a punto de concretarse.

2 comentarios:

  1. Médico al fin me enteró de las que tuvo que pasar para acompañarnos a Letras, entiendo su posición, pero nadie tiene la culpa que escogiera de compañero de viaje al Profesor!!!

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