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jueves, 30 de abril de 2015

El viacrucis y la flaca!

En la segunda jornada ciclística, se llegó al departamento del Tolima luego de atravesar tierras de los departamentos de Antioquia, Boyacá, Cundinamarca y Caldas, todas en los 130 kilómetros que separan a Doradal de Mariquita, que era el destino de la segunda etapa de la gira nacional del Mariela’s Cycling Leña Racing Team.
La que en el papel sería la etapa de descanso, es por sus larguísimas rectas, por sus columpios incesantes y por la temperatura del valle medio de la Magdalena, un duro escollo que superar, aunque la salida se programó temprano, el calor comienza a sentirse desde la propia salida y de no ser por el espléndido paisaje de la fértil llanura que eligió algún día el máximo capo de la mafia colombiana como su centro de operaciones, dando lugar al nacimiento de grupos armados que desembocaron en las tristemente célebres autodefensas o paramilitares, hubiese sido considerada esta una etapa reina, aunque en terreno llano.
El grupo se comportó de manera soberbia, y ante las indicaciones previas dadas, y para evitar algún percance con el pesado tráfico que se esperaba en este trayecto que hace parte de una muy importante vía nacional, se rotaron la punta en parejas que juiciosamente le ponían el pecho a la brisa cada cinco o seis minutos, permitiendo que la mayoría disfrutara de los farallones formados por la cordillera central entre los municipios cundinamarqueses de Puerto Libre y Puerto Salgar, en cuyo territorio se observan algunas aeronaves que nos indican que allí se encuentra la famosa base aérea de Palanquero; al ver los aparatos separados de la tierra por inmensos tubos que los sostienen en el aire, el monito se preguntó: “Y esos como se cayeron?, los tumbaron…?”
Ya superados los primeros 73 kilómetros, se hizo la pausa para el avituallamiento, la cual fue aprovechada para celebrar el compromiso de Yerno con Maria, aunque al parecer de manera soterrada, pues se camufló con el cumpleaños del primero y hasta se le cantó el famoso japiberdy, incluyendo en el acto una torta con velita de pólvora y todo… no hemos podido dilucidar si la estrategia se debió a la presencia de Carlomagno en el acto, o si pudo deberse a otros y más truculentos motivos.
En cualquier caso, el ambiente fue festivo y el ánimo de los 22 ciclistas y los 10 acompañantes se encontraba exaltado, hasta que como en todo convite, no podía faltar la noticia funesta y en esta ocasión corrió por cuenta de Anita, nuestra valiente compañera de ruta decidió bajarse definitivamente de la flaca, pues acusaba un desaliento que le impedía girar las bielas, aún en este terreno que no exigía un esfuerzo máximo, fue lamentable aceptar tan fatídica noticia y caló profundo en el interior del lote, pero al ver que ella nos animaba a continuar y aceptaba con dignidad el infortunio, pudimos seguir el camino en forma normal.
La carretera comienza una leve inclinación en contra desde el mismo municipio caldense mencionado y al ingresar en tierras tolimenses se inclina aún más, pues al llegar al anteriormente importante puerto sobre el Magdalena llamado Honda, se deben ganar cerca de 400 metros en altitud para llegar al destino de esta etapa; el calor que en otras jornadas fue muy intenso por estos lares, en esta ocasión dio tregua al grupo y al mostrarse el mono Jaramillo en tan solo algunos pasajes del recorrido,  la alegría al recorrer las calles del municipio de donde saldría la etapa más esperada al día siguiente, se dejó ver en el rostro de todos los compañeros de ruta.
Al llegar al hotel que fue descrito certeramente por la Hormiga como una “Iglesia-Hotel”, los nervios se dejaban ver en algunos que rápidamente sacaban de sus maletines y bolsillos sobres con geles, líquidos y hasta cápsulas (tabletas, comprimidos, etc) que ingerían con afanosa velocidad, tal vez preocupados por la recuperación de sus piernas para enfrentar la ascensión del día siguiente, o porque no, pensando en la celebración tradicional de esta fecha tan importante en el calendario católico en la que  con el lavatorio de los pies, algunos suelen incluir los famosos “siete potajes”, que terminan siendo un verdadero banquete que conmemora una cena muchísimo más humilde en la que el nazareno habló por última vez a sus doce apóstoles.
Las cartas estaban echadas, por eso, aunque más de uno se esforzó por conseguir el mejor alimento y recuperar mediante masajes suministrados por una bella doncella las fuerzas perdidas; los primeros se toparon con un hosco italiano que debió dejar su natal Sicilia huyendo de la justicia, pues era más grosero que un parcero de Carambolas y la masajista resultó haber pasado por la edad anunciada cerca de 50 años atrás; las pastas napolitanas no fueron deleitadas con igual  gozo por la mencionada personalidad del dueño del restaurante y los masajes fueron incluso rechazados por los más exigentes miembros del colectivo Marielo’.
El sueño no fue fácil, pues al parecer rememorando las condiciones sanitarias de la antigua Galilea, Samaria o Judea, para acercarse más al Nazareno, los baños no tenían puerta divisoria, sino que eran separados del resto de la habitación por medio de una puerta tipo saloon del viejo oeste, que seguramente relacionó el diseñador con el oriente medio… vaya uno a saber; lo cierto es que ante la pobre privacidad, los compañeros de cuarto sucumbieron ante los efluvios insanos emanados por los depósitos de sus congéneres.
Por eso, no fue difícil levantarse muy temprano en la madrugada, para salir a disfrutar del aire fresco de Mariquita, antes de hacerle tributo a su nombre en la habitación compartida; el desfile mañanero comenzó aún antes de que los jilgueros entonaran sus primeros cantos e increíblemente algunos conservaban el deseo de ingerir alimentos, claro que al interrogárseles aceptaban que realmente lo hacían como la tarea que el niño aplicado realiza a última hora consciente de que le será tomada la lección en las siguientes horas… y así sería.
Los “cuchos” madrugaron a enfrentarse a la montaña en este sagrado viernes santo, y con ellos iniciaron la marcha otros no tan añosos como el Alcalde, Yerno y Gaviotini que sería sin duda la revelación de la jornada; los demás, poco a poco despertaron sus piernas para iniciar el desfile hacia la cumbre del coloso, incluso la ansiedad era tan evidente, que tomaron la foto de recuerdo sin que se hubiesen presentado todos los ciclistas a línea de salida.
Quienes ya conocían la cuesta y habían sufrido sus rigores, rodaban silenciosos y cabizbajos en el medio del pelotón, mientras uno de los que la hacían por primera vez, orientaba el rebaño siguiendo las indicaciones dadas previamente por la junta directiva, se trató de Vicario, quien codo a codo con Médico y en ocasiones con Leña, rompieron el pesado y húmedo aire que acompañaba esta primaveral mañana tropical.
Los primeros compases fueron sosegados y aunque por sectores aún se percibía la humedad que demostraba la intensa lluvia caída durante gran parte de la noche, lo más agobiante era la sensación de pesadez que conlleva un porcentaje elevadísimo de humedad en medio de un calor que a pesar de la hora, no debía ser inferior a los 25ºC; el respirar agitado era tan solo el preludio de una jornada extenuante, pero llena de satisfacciones para los valientes viajeros que se prepararon intensamente para asumir el reto.
La velocidad crucero permitía que el grupo se mantuviera unido, las rampas dóciles del inicio de la cuesta fueron superadas con regocijo por todos los ciclistas y hasta pudieron disfrutar de la lenta elevación del astro rey desde la parte posterior de la montaña, para dejar filtrar sus primeros rayos sobre pastizales de verde intenso donde despertaba penosamente el ganado, y sobre frutales de Mangostino una extraña fruta que es el orgullo de esta hermosa región del centro del país; las miradas se cruzaban con cultivos de aguacate y bellas fincas veraniegas que adornaban una hermosa vía asfáltica, que sin embargo, pronto se convertiría en un verdadero monstruo que a semejanza de un dragón escupiría fuego sobre los agotados músculos de las piernas de los pedalistas; el veredicto estaba dictado, la ‘primera estación’ del “viacrucis de jueves santo” se cumplía dos siglos después y no en Jerusalén,  la “sentencia de muerte” era aceptada con humildad por los integrantes del pelotón.
Después de infinidad de curvas que hacen menos evidente el ascenso paulatino, se llega a Fresno, el paisaje
de viejas casas sobre la ladera de la quebrada montaña, dan la sensación de un pesebre gigante rodeado ahora por cafetales coloridos y por bovinos que dejando atrás el blanco se tornan orejinegros; las rampas a la salida de este municipio del norte del Tolima, despiertan del ensueño y recuerdan que para alcanzar la meta habrá que soportar intensos dolores durante el viaje.
Tan solo salir del pueblo y se extraña la filosa lengua del pájaro d’oro, mientras se divisaba el hermoso paisaje, nuestro insigne compañero ha perdido la rueda del lote y ya será muy difícil que la recobre; sin embargo, no será el único, solo unos kilómetros más adelante del casco urbano, el Profe demuestra que su reto no es seguir a nadie, se dedicará a pedalear a su ritmo buscando la única meta importante, coronar los más de 80 kilómetros del coloso páramo de Letras.

A estas alturas no se puede decir que solamente Monito y Profe cumplen con la ‘segunda estación del viacrucis’, realmente todos “cargan la cruz” como Jesús lo hiciese antes que ellos, y después de haber ascendido más de 1000 metros, las fuerzas dicen que todo está dentro de lo planeado y que serán capaces de superar el desafío; aunque, la duda echa raíces en algunos que sienten que su respiración se agita y no logran disfrutar como parecen hacer sus colegas en la carretera.
Los primeros en llegar a la ‘tercera estación’ fueron los integrantes de la categoría C, que junto a Gaviotini se detuvieron en la única panadería que encontraron abierta a la vera del camino y “cayeron por el peso de su cruz”, descansaron y tomaron algunas viandas mientras dos de sus compañeros se negaron a ceder ante el peso de su carga y continuaron sin miramientos, ellos fueron Confite y Yerno; y aunque se esperaba y vaticinaba que las ‘caídas’ serían muchas, no sucedió de esa manera y los gallardos Marielo’s hicieron girar sus bielas sin descanso.
La expectativa se había cumplido hasta ese momento y parecía que los equivocados serían quienes conocedores de la historia del grupo, predijeron que al alto llegarían en forma individual; sin embargo, en el trayecto entre Fresno y Padua, sin que quienes hasta ese punto habían encabezado el lote (es decir Vicario, Leña y Médico) lo percibieran, un grupo de siete ciclistas se había rezagado, el primero en hacerlo fue el prestidigitador Monito, quien cumplió la ‘cuarta estación’ cuando al ver que el Profe se le alejaba gritó para sí: “ayúdame madre!” y tuvo entonces su ‘encuentro con la virgen’.
El mencionado integrante se ha caracterizado siempre por su virtuosismo y fé, por lo que no fue extraño que fuera el encargado de esta estación; los demás rezagados que decidieron subir a su paso fueron junto a los dos mencionados, Sigilo, Carlomagno, Zurriburri, Gorila y Sancocho, los otros continuaban la ascensión a un paso que aunque parecía constante, iba incrementando su velocidad paulatinamente.
Unos kilómetros antes de llegar a territorios del municipio cafetero de Herveo, que por sus raíces antioqueñas hizo sentir a los Marielo’s más cerca de su hogar, el ritmo fue cada vez más intenso, y faltando algunos para el corregimiento de Padua, Bedoyeta realizó inesperadamente un cambio de ritmo que de inmediato fue respondido por el Médico, quien escuchó al primero preguntar: “Se vino el Enano?”
En ese momento, Hormiga respondió con una significativa elevación de la velocidad que atomizó  el ya reducido grupo, pues Leña intentó seguirlo pero cuando parecía que le daba alcance redujo la agilidad en su pedaleo y el primero comenzó a alejarse de nuevo, ante esta desventura, el Médico aceleró para alcanzarlo, pero parece que se le fue la mano, porque siguió de largo logrando una buena diferencia, que ante la disminución de la inclinación le hizo saludar de forma rápida a Confite y Yerno a quienes alcanzaron ad portas del corregimiento mencionado.
Al atravesar este lúgubre caserío, los penitentes que rodeaban la pequeña iglesia buscando consuelo, reían disimuladamente al ver pasar a los ciclistas que con el barro en la cara ante el chubasco que se descuajó, se veían sufrir sobre sus máquinas y conocedores de todo el terreno que les faltaba, les hizo sentir alivio al saber que sus penas eran menores que las de otros sufridos hermanos.
El trayecto entre este corregimiento y el siguiente, ambos pertenecientes al mencionado Herveo, se hizo a una velocidad intensa, el desnivel fluctúa entre los 6 y 8 grados y el paisaje ya es completamente diferente al del comienzo de la etapa, la niebla espesa impide ver a lo lejos y los árboles recuerdan más una selva que una zona habitada, adicionalmente con el agua cayendo sobre sus espaldas, el martirio se hace intenso, sin embargo, un muchacho de nombre Eduardo y quien informó que vive en Fresno, dio alcance al fugado y para cumplir con la ‘quinta estación’, pues le acompañó y se convirtió entonces en “el cirineo que ayuda al señor a llevar la cruz”, mientras otro compañero también de Fresno, le ayudaba al Gringo a llegar hasta donde los dos Eduardos rodaban empantanados.
Cuando el Médico vio acercarse al Gringo, pensó que podrían rodar juntos, pero una vez fue alcanzado, contempló como el extranjero tenía otros planes y apuraba el paso tratando de descolgar al primero, sin embargo, aún habían arrestos en las piernas del susodicho y logró asirse a la rueda trasera del resuelto visitante pensando en avanzar raudo, pero este al ver que no había podido cumplir su cometido, inmediatamente relajó su ritmo para quedarse atrás.
Este cuarteto rodó hasta conquistar Delgaditas, pero una vez allí,  los foráneos locales decidieron abandonar a los dos Marielo’s y al empinarse la inclinación, comenzó de nuevo el sufrimiento, que solamente se vio mermado por quienes cumplieron la ‘sexta estación’ del viacrucis, las esposas, fueron los gritos de aliento de las acompañantes, los que permitieron seguir girando los pedales para avanzar, fueron las “verónicas enjuagando el rostro” de los fatigados ciclistas que a estas alturas ya eran unos penitentes.
Poco a poco la carretera se empina cada vez más, ya la inclinación alcanza el 10 y hasta el 12 por ciento, y la niebla desaparece para dejar ver un hermoso paisaje que sin duda sobrecoge al Gringo y a la Gringa que rueda un poco más atrás de Leña que era a su vez el persecutor de un segundo tándem formado por Hormiga y Bedoyeta, que preocupadamente interrogaban por la ventaja que les llevaban Gringo y Médico, así se enteraron que estos llegaron a tener una ventaja superior a los 4 minutos, pero todavía faltaban cerca de 15 kilómetros para coronar el mítico páramo de Letras.
La representación de la ‘séptima estación’, es decir “la segunda caída de Jesús”, se dio cuando el Médico sucumbió al cambio de ritmo realizado por el Gringo, pues después de ‘chupar rueda’, nuestro invitado le clavó una estaca al primero y este cayó en su ritmo y tuvo que levantarse de sus rodillas como lo hiciere el redentor en aquel siglo primero…
El tándem compuesto por Hormiga y Bedoyeta entonces, comenzó a acercarse peligrosamente al Médico“le dio consuelo”, como lo hizo ese hombre guía para todos, con las hijas de Jerusalem; sin embargo, para no perder el garbo que le enseñaron en la compañía para la cual labora, rápidamente Bedoyeta recordó la ‘novena estación’ y produjo en la cansada Hormiga “la tercera caída”, pues con el cambio de ritmo que realizó al ver a lo lejos al Médico, soltó al rastrero insecto.
que sufría más de la cuenta, pero para conmemorar la ‘octava estación’, la Hormiguita suplicó misericordia al banquero y este
El frío comienza a sentirse en forma severa, a pesar del calor generado por el incesante movimiento de las piernas impulsando las flacas en este interminable ascenso, sin embargo, después de atravesar con éxito la zona donde la lluvia acompañó la etapa, los que habían tenido la fortuna de contar con impermeable, se quitaron el mismo y se les vio en la vía “despojándose de sus vestiduras”, pero a diferencia de la ‘décima estación’, ellos lo hicieron voluntariamente.
Pero como es bien sabido, en el ciclismo es tan importante la actitud como la fuerza en las piernas, y eso a Hormiga le sobra, por eso, alentado por su familia quienes con furibundos gritos le indicaban la senda, recuperó el paso para adelantar primero al moribundo Médico y después y ya casi en la cima al mismísimo Bedoyeta, quien a tan solo unos metros de coronar la ascensión decidió conmemorar la ‘décimoprimera estación’ y pareció quedar “clavado en la cruz”; y no fue solamente esta estación la que quiso rememorar pues fue superado ya en la propia cúspide hasta por el Médico, haciendo pensar en la ‘decimosegunda estación’: “Jesús muere en la cruz”.
Cuando encontraron al Gringo en lo alto de esta impresionante cúspide de la cordillera central, este estaba congelándose con el glacial frío que a los casi 4000 metros de altitud se siente; por eso no todos se detuvieron a esperar a los demás, y mientras Hormiga, Bedoyeta y Vampirín (que llegó poco después), iniciaban el descenso al destino final en Manizales, los demás se tomaban una caliente aguepanela con cuajada para tratar de recuperar parte del calor que les robaba la montaña, y a pesar de que ninguno estaba acompañado por su madre, la ‘decimosegunda estación’ se recordó con el efusivo abrazo dado por nuestros acompañantes en este infecundo paraje, esa imágen nos recordó a “Jesús en brazos de su madre”.
Para orgullo Marielo’ y para envidia de quienes no auguraban un ascenso completo del lote, todos, incluido el Ingeniero (lo había intentado dos veces sin éxito), coronaron el coloso que separa al Tolima de Caldas, por lo que la única estación que no se celebró fue la ‘decimocuarta estación’, aunque algunos lugareños la celebraron en una sencilla ceremonia que alcanzó al lote en pleno alto, ellos si cumplieron con “el cadáver de Jesús puesto en el sepulcro”.
Sin embargo, todos se encontraban al borde del colapso y debían recuperarse para enfrentar la última etapa que los llevaría a casa, pero que con sus doscientos kilómetros y con el mítico alto de Minas interponiéndose, no dejaba de ser una preocupación real; por eso, poco antes de terminar el descenso y después de sufrir con el intenso frío que hizo congelar los dedos de algunos que tuvieron que detenerse para encontrar sus manos, pararon en un restaurante a orilla de la carretera y cumplieron con la última ‘decimoquinta estación’, pues al consumir unas viandas tradicionales sintieron “la resurrección” sin esperar siquiera el tercer día.
Para quienes aseguraron que habría deserciones en la subida a tan afamada cima, a quienes valerosamente coronaron este colosal reto, los mencionamos aquí: Vicario, Carlomagno, Zurriburri, Gaviotini, Morales, Confite, Alcalde, Rastrojo, Hormiga, Yerno, Leña, Gorila, Vampirín, Monito, Médico, Gringo, Gringa, Bedoyeta, Sancocho, Sigilo y el Ingeniero.
Al llegar a Manizales y cuando todos sentían verdadero afán por llegar al hotel, tomar una ducha y descansar, la Gringa al no alcanzar a esquivar uno de los típicos huecos en el asfalto, no solamente pinchó una rueda, sino que fueron las dos, por lo que con un profundo dolor, tuvieron que detener la marcha para reparar el daño ocasionado en la bici de la extranjera acompañante, sería la única varada en todo el tour.
Una vez en el Hotel, el alivio fue unánime después de una placentera ducha con el agua intensamente caliente, por lo que renovados se les vio buscando una suculenta cena en el centro comercial donde otrora lo hicieran en anteriores visitas a esta ciudad, pero, en esta ocasión, encontraron la mayoría de los restaurantes cerrados, por lo que en general tuvieron que conformarse con una pequeña guarnición de hamburguesa con papas fritas, sería suficiente?
La mañana del regreso era fría, pero no extrañó a ninguno de los valientes ruteros, conocedores de la cercanía de los nevados que conforman el parque nacional natural, esta ciudad a más de 2000 metros de altura, es no solo álgida sino también lluviosa, por lo que el pavimento, a pesar de no encontrarse lloviendo, estaba muy mojado ante la lluvia de la madrugada en este sábado.
El inicio es un largo descenso que realizado inversamente se convierte en un duro obstáculo, como lo comprobaron el año anterior; pero que en esta ocasión, ante la favorabilidad de la ruta, fue un agradable comienzo de la larga y extenuante jornada; una vez se superó este trayecto, el lote compacto pudo divisar al mismísimo Cóndor que les daba la bienvenida con sus espléndidas alas abiertas, pero al acercarse al portentoso pájaro, notaron que al igual que el Marielo’, no era más que un gallinazo.
El acompañamiento fue fundamental como lo había sido a lo largo de todo el periplo, y unos buñuelos con Coca-Cola en plena carretera y sobre las bicicletas fue un manjar de dioses en medio del cansado grupo, esas y demás viandas que se ofrecían desde los tres carros acompañantes, permitieron superar sin mayores dificultades los primeros 100 kilómetros de travesía, por eso, al llegar de nuevo al departamento de origen, ya en el municipio de La Pintada, hicieron la parada técnica y realizaron el avituallamiento que les facultaría para subir los durísimos 42 kilómetros que los separaba del alto de Minas.
Como se esperaba, los primeros 15 kilómetros fueron realizados en un solo grupo y a un ritmo sostenido que les permitió alejarse poco a poco del infernal calor que al medio día se siente en estos rincones que bordean el fastuoso río Cauca; pero una vez iniciada la parte dura de la cuesta, ya en inmediaciones del municipio frutero de Santa Bárbara, Vampirín pensó que podría “sacarse la espina” y dejar retrasados a los demás con un furibundo cambio de ritmo, con lo que no contaba nuestro dilecto colega, era con la rápida reacción de quienes habían realizado un enorme esfuerzo en Letras para demostrar sus actuales condiciones, por lo que rápidamente se vio alcanzado por los consentidos del lote, sin que otros pudiesen responder al aumento de velocidad, produciéndose la debacle…
Aun cuando hubo selección al interior del Mariela’s Leña Cycling Racign Team, la verdadera fiesta se vivió en el dichoso alto de Minas, en donde algunas de las familias habían acudido a esperar a los intrépidos ciclistas recreativos, y al llegar fueron recibidos con justicia como héroes; nuevamente todos superaron el obstáculo final y permitieron que el orgullo inundara el pecho no solo de sus familias, sino de todos los que hemos seguido a este prestigioso combo de amigos.
Sin duda, lo más alegórico del festejo fue la celebración de la familia en pleno de nuestro querido Confite, él, quien cada año recibe la mención de honor al “Güevas d’oro” por su pundonor y constancia, completó esta dura prueba a sus cercanos 74 años, por lo que verle acompañado de Miryam, así como de sus hijos y nietos, nos hizo sentir la más sana envidia a sus compañeros de viaje; y al escucharle decir que sería la última vez que intentaría el reto de la semana mayor, obligó a reflexionar sobre la inminente renuncia que todos deseábamos en ese momento…
No sería más que el cansancio acumulado, hoy con muchos días de por medio, sin excepción, solamente se piensa en el nuevo reto del año por venir, y de seguro en la línea de partida, una vez más estará el guapo Confite; lo sabemos porque esta es una familia, y la tradición paisa sentencia que a ella no se renuncia!
No sobra un nuevo GRACIAS!. Gracias a cada uno de los integrantes del lote ciclístico ya mencionados, pero también y con un sincero abrazo, a los acompañantes que hicieron posible que esta odisea fuera memorable, al eterno Lukas por su jolgorio, alegría y desparpajo que hasta en los peores momentos refresca y reanima; a la Popocha y los dos Hormiguitos por su simpatía, sencillez y ánimo; al carro de las damas acompañantes, Isa, Tana, Maria y Ana María, a quienes se unió Anita, la única ciclista fémina que por motivos de salud tuvo que renunciar al reto, ellas se entregaron con entusiasmo en cada recorrido e hicieron dar un poco más de sí mismos a los fatigados ruteros. Por eso, la gratitud no puede mostrarse con simples palabras, se lleva en el erguido pecho de cada uno de los Marielo’s y esperamos que en las próximas salidas sean parte de este ya célebre conjunto ciclístico.
Ahora solo queda un hasta pronto y… nos vemos en la vía!







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