En la segunda jornada ciclística, se llegó al departamento del Tolima luego de atravesar tierras de los departamentos de Antioquia, Boyacá, Cundinamarca y Caldas, todas en los 130 kilómetros que separan a Doradal de Mariquita, que era el destino de la segunda etapa de la gira nacional del Mariela’s Cycling Leña Racing Team.
La que en el papel sería la etapa de descanso, es por sus larguísimas rectas, por sus columpios incesantes y por la temperatura del valle medio de la Magdalena, un duro escollo que superar, aunque la salida se programó temprano, el calor comienza a sentirse desde la propia salida y de no ser por el espléndido paisaje de la fértil llanura que eligió algún día el máximo capo de la mafia colombiana como su centro de operaciones, dando lugar al nacimiento de grupos armados que desembocaron en las tristemente célebres autodefensas o paramilitares, hubiese sido considerada esta una etapa reina, aunque en terreno llano.
El grupo se comportó de manera soberbia, y ante las indicaciones previas dadas, y para evitar algún percance con el pesado tráfico que se esperaba en este trayecto que hace parte de una muy importante vía nacional, se rotaron la punta en parejas que juiciosamente le ponían el pecho a la brisa cada cinco o seis minutos, permitiendo que la mayoría disfrutara de los farallones formados por la cordillera central entre los municipios cundinamarqueses de Puerto Libre y Puerto Salgar, en cuyo territorio se observan algunas aeronaves que nos indican que allí se encuentra la famosa base aérea de Palanquero; al ver los aparatos separados de la tierra por inmensos tubos que los sostienen en el aire, el monito se preguntó: “Y esos como se cayeron?, los tumbaron…?”
Ya superados los primeros 73 kilómetros, se hizo la pausa para el avituallamiento, la cual fue aprovechada para celebrar el compromiso de Yerno con Maria, aunque al parecer de manera soterrada, pues se camufló con el cumpleaños del primero y hasta se le cantó el famoso japiberdy, incluyendo en el acto una torta con velita de pólvora y todo… no hemos podido dilucidar si la estrategia se debió a la presencia de Carlomagno en el acto, o si pudo deberse a otros y más truculentos motivos.
En cualquier caso, el ambiente fue festivo y el ánimo de los 22 ciclistas y los 10 acompañantes se encontraba exaltado, hasta que como en todo convite, no podía faltar la noticia funesta y en esta ocasión corrió por cuenta de Anita, nuestra valiente compañera de ruta decidió bajarse definitivamente de la flaca, pues acusaba un desaliento que le impedía girar las bielas, aún en este terreno que no exigía un esfuerzo máximo, fue lamentable aceptar tan fatídica noticia y caló profundo en el interior del lote, pero al ver que ella nos animaba a continuar y aceptaba con dignidad el infortunio, pudimos seguir el camino en forma normal.
La carretera comienza una leve inclinación en contra desde el mismo municipio caldense mencionado y al ingresar en tierras tolimenses se inclina aún más, pues al llegar al anteriormente importante puerto sobre el Magdalena llamado Honda, se deben ganar cerca de 400 metros en altitud para llegar al destino de esta etapa; el calor que en otras jornadas fue muy intenso por estos lares, en esta ocasión dio tregua al grupo y al mostrarse el mono Jaramillo en tan solo algunos pasajes del recorrido, la alegría al recorrer las calles del municipio de donde saldría la etapa más esperada al día siguiente, se dejó ver en el rostro de todos los compañeros de ruta.
Al llegar al hotel que fue descrito certeramente por la Hormiga como una “Iglesia-Hotel”, los nervios se dejaban ver en algunos que rápidamente sacaban de sus maletines y bolsillos sobres con geles, líquidos y hasta cápsulas (tabletas, comprimidos, etc) que ingerían con afanosa velocidad, tal vez preocupados por la recuperación de sus piernas para enfrentar la ascensión del día siguiente, o porque no, pensando en la celebración tradicional de esta fecha tan importante en el calendario católico en la que con el lavatorio de los pies, algunos suelen incluir los famosos “siete potajes”, que terminan siendo un verdadero banquete que conmemora una cena muchísimo más humilde en la que el nazareno habló por última vez a sus doce apóstoles.
Las cartas estaban echadas, por eso, aunque más de uno se esforzó por conseguir el mejor alimento y recuperar mediante masajes suministrados por una bella doncella las fuerzas perdidas; los primeros se toparon con un hosco italiano que debió dejar su natal Sicilia huyendo de la justicia, pues era más grosero que un parcero de Carambolas y la masajista resultó haber pasado por la edad anunciada cerca de 50 años atrás; las pastas napolitanas no fueron deleitadas con igual gozo por la mencionada personalidad del dueño del restaurante y los masajes fueron incluso rechazados por los más exigentes miembros del colectivo Marielo’.
El sueño no fue fácil, pues al parecer rememorando las condiciones sanitarias de la antigua Galilea, Samaria o Judea, para acercarse más al Nazareno, los baños no tenían puerta divisoria, sino que eran separados del resto de la habitación por medio de una puerta tipo saloon del viejo oeste, que seguramente relacionó el diseñador con el oriente medio… vaya uno a saber; lo cierto es que ante la pobre privacidad, los compañeros de cuarto sucumbieron ante los efluvios insanos emanados por los depósitos de sus congéneres.
Por eso, no fue difícil levantarse muy temprano en la madrugada, para salir a disfrutar del aire fresco de Mariquita, antes de hacerle tributo a su nombre en la habitación compartida; el desfile mañanero comenzó aún antes de que los jilgueros entonaran sus primeros cantos e increíblemente algunos conservaban el deseo de ingerir alimentos, claro que al interrogárseles aceptaban que realmente lo hacían como la tarea que el niño aplicado realiza a última hora consciente de que le será tomada la lección en las siguientes horas… y así sería.
Los “cuchos” madrugaron a enfrentarse a la montaña en este sagrado viernes santo, y con ellos iniciaron la marcha otros no tan añosos como el Alcalde, Yerno y Gaviotini que sería sin duda la revelación de la jornada; los demás, poco a poco despertaron sus piernas para iniciar el desfile hacia la cumbre del coloso, incluso la ansiedad era tan evidente, que tomaron la foto de recuerdo sin que se hubiesen presentado todos los ciclistas a línea de salida.
Quienes ya conocían la cuesta y habían sufrido sus rigores, rodaban silenciosos y cabizbajos en el medio del pelotón, mientras uno de los que la hacían por primera vez, orientaba el rebaño siguiendo las indicaciones dadas previamente por la junta directiva, se trató de Vicario, quien codo a codo con Médico y en ocasiones con Leña, rompieron el pesado y húmedo aire que acompañaba esta primaveral mañana tropical.
Los primeros compases fueron sosegados y aunque por sectores aún se percibía la humedad que demostraba la intensa lluvia caída durante gran parte de la noche, lo más agobiante era la sensación de pesadez que conlleva un porcentaje elevadísimo de humedad en medio de un calor que a pesar de la hora, no debía ser inferior a los 25ºC; el respirar agitado era tan solo el preludio de una jornada extenuante, pero llena de satisfacciones para los valientes viajeros que se prepararon intensamente para asumir el reto.
La velocidad crucero permitía que el grupo se mantuviera unido, las rampas dóciles del inicio de la cuesta fueron superadas con regocijo por todos los ciclistas y hasta pudieron disfrutar de la lenta elevación del astro rey desde la parte posterior de la montaña, para dejar filtrar sus primeros rayos sobre pastizales de verde intenso donde despertaba penosamente el ganado, y sobre frutales de Mangostino una extraña fruta que es el orgullo de esta hermosa región del centro del país; las miradas se cruzaban con cultivos de aguacate y bellas fincas veraniegas que adornaban una hermosa vía asfáltica, que sin embargo, pronto se convertiría en un verdadero monstruo que a semejanza de un dragón escupiría fuego sobre los agotados músculos de las piernas de los pedalistas; el veredicto estaba dictado, la ‘primera estación’ del “viacrucis de jueves santo” se cumplía dos siglos después y no en Jerusalén, la “sentencia de muerte” era aceptada con humildad por los integrantes del pelotón.
Después de infinidad de curvas que hacen menos evidente el ascenso paulatino, se llega a Fresno, el paisaje
de viejas casas sobre la ladera de la quebrada montaña, dan la sensación de un pesebre gigante rodeado ahora por cafetales coloridos y por bovinos que dejando atrás el blanco se tornan orejinegros; las rampas a la salida de este municipio del norte del Tolima, despiertan del ensueño y recuerdan que para alcanzar la meta habrá que soportar intensos dolores durante el viaje.
Tan solo salir del pueblo y se extraña la filosa lengua del pájaro d’oro, mientras se divisaba el hermoso paisaje, nuestro insigne compañero ha perdido la rueda del lote y ya será muy difícil que la recobre; sin embargo, no será el único, solo unos kilómetros más adelante del casco urbano, el Profe demuestra que su reto no es seguir a nadie, se dedicará a pedalear a su ritmo buscando la única meta importante, coronar los más de 80 kilómetros del coloso páramo de Letras.
La que en el papel sería la etapa de descanso, es por sus larguísimas rectas, por sus columpios incesantes y por la temperatura del valle medio de la Magdalena, un duro escollo que superar, aunque la salida se programó temprano, el calor comienza a sentirse desde la propia salida y de no ser por el espléndido paisaje de la fértil llanura que eligió algún día el máximo capo de la mafia colombiana como su centro de operaciones, dando lugar al nacimiento de grupos armados que desembocaron en las tristemente célebres autodefensas o paramilitares, hubiese sido considerada esta una etapa reina, aunque en terreno llano.
El grupo se comportó de manera soberbia, y ante las indicaciones previas dadas, y para evitar algún percance con el pesado tráfico que se esperaba en este trayecto que hace parte de una muy importante vía nacional, se rotaron la punta en parejas que juiciosamente le ponían el pecho a la brisa cada cinco o seis minutos, permitiendo que la mayoría disfrutara de los farallones formados por la cordillera central entre los municipios cundinamarqueses de Puerto Libre y Puerto Salgar, en cuyo territorio se observan algunas aeronaves que nos indican que allí se encuentra la famosa base aérea de Palanquero; al ver los aparatos separados de la tierra por inmensos tubos que los sostienen en el aire, el monito se preguntó: “Y esos como se cayeron?, los tumbaron…?”
Ya superados los primeros 73 kilómetros, se hizo la pausa para el avituallamiento, la cual fue aprovechada para celebrar el compromiso de Yerno con Maria, aunque al parecer de manera soterrada, pues se camufló con el cumpleaños del primero y hasta se le cantó el famoso japiberdy, incluyendo en el acto una torta con velita de pólvora y todo… no hemos podido dilucidar si la estrategia se debió a la presencia de Carlomagno en el acto, o si pudo deberse a otros y más truculentos motivos.
En cualquier caso, el ambiente fue festivo y el ánimo de los 22 ciclistas y los 10 acompañantes se encontraba exaltado, hasta que como en todo convite, no podía faltar la noticia funesta y en esta ocasión corrió por cuenta de Anita, nuestra valiente compañera de ruta decidió bajarse definitivamente de la flaca, pues acusaba un desaliento que le impedía girar las bielas, aún en este terreno que no exigía un esfuerzo máximo, fue lamentable aceptar tan fatídica noticia y caló profundo en el interior del lote, pero al ver que ella nos animaba a continuar y aceptaba con dignidad el infortunio, pudimos seguir el camino en forma normal.
La carretera comienza una leve inclinación en contra desde el mismo municipio caldense mencionado y al ingresar en tierras tolimenses se inclina aún más, pues al llegar al anteriormente importante puerto sobre el Magdalena llamado Honda, se deben ganar cerca de 400 metros en altitud para llegar al destino de esta etapa; el calor que en otras jornadas fue muy intenso por estos lares, en esta ocasión dio tregua al grupo y al mostrarse el mono Jaramillo en tan solo algunos pasajes del recorrido, la alegría al recorrer las calles del municipio de donde saldría la etapa más esperada al día siguiente, se dejó ver en el rostro de todos los compañeros de ruta.
Al llegar al hotel que fue descrito certeramente por la Hormiga como una “Iglesia-Hotel”, los nervios se dejaban ver en algunos que rápidamente sacaban de sus maletines y bolsillos sobres con geles, líquidos y hasta cápsulas (tabletas, comprimidos, etc) que ingerían con afanosa velocidad, tal vez preocupados por la recuperación de sus piernas para enfrentar la ascensión del día siguiente, o porque no, pensando en la celebración tradicional de esta fecha tan importante en el calendario católico en la que con el lavatorio de los pies, algunos suelen incluir los famosos “siete potajes”, que terminan siendo un verdadero banquete que conmemora una cena muchísimo más humilde en la que el nazareno habló por última vez a sus doce apóstoles.
Las cartas estaban echadas, por eso, aunque más de uno se esforzó por conseguir el mejor alimento y recuperar mediante masajes suministrados por una bella doncella las fuerzas perdidas; los primeros se toparon con un hosco italiano que debió dejar su natal Sicilia huyendo de la justicia, pues era más grosero que un parcero de Carambolas y la masajista resultó haber pasado por la edad anunciada cerca de 50 años atrás; las pastas napolitanas no fueron deleitadas con igual gozo por la mencionada personalidad del dueño del restaurante y los masajes fueron incluso rechazados por los más exigentes miembros del colectivo Marielo’.
El sueño no fue fácil, pues al parecer rememorando las condiciones sanitarias de la antigua Galilea, Samaria o Judea, para acercarse más al Nazareno, los baños no tenían puerta divisoria, sino que eran separados del resto de la habitación por medio de una puerta tipo saloon del viejo oeste, que seguramente relacionó el diseñador con el oriente medio… vaya uno a saber; lo cierto es que ante la pobre privacidad, los compañeros de cuarto sucumbieron ante los efluvios insanos emanados por los depósitos de sus congéneres.
Por eso, no fue difícil levantarse muy temprano en la madrugada, para salir a disfrutar del aire fresco de Mariquita, antes de hacerle tributo a su nombre en la habitación compartida; el desfile mañanero comenzó aún antes de que los jilgueros entonaran sus primeros cantos e increíblemente algunos conservaban el deseo de ingerir alimentos, claro que al interrogárseles aceptaban que realmente lo hacían como la tarea que el niño aplicado realiza a última hora consciente de que le será tomada la lección en las siguientes horas… y así sería.
Los “cuchos” madrugaron a enfrentarse a la montaña en este sagrado viernes santo, y con ellos iniciaron la marcha otros no tan añosos como el Alcalde, Yerno y Gaviotini que sería sin duda la revelación de la jornada; los demás, poco a poco despertaron sus piernas para iniciar el desfile hacia la cumbre del coloso, incluso la ansiedad era tan evidente, que tomaron la foto de recuerdo sin que se hubiesen presentado todos los ciclistas a línea de salida.
Quienes ya conocían la cuesta y habían sufrido sus rigores, rodaban silenciosos y cabizbajos en el medio del pelotón, mientras uno de los que la hacían por primera vez, orientaba el rebaño siguiendo las indicaciones dadas previamente por la junta directiva, se trató de Vicario, quien codo a codo con Médico y en ocasiones con Leña, rompieron el pesado y húmedo aire que acompañaba esta primaveral mañana tropical.
Los primeros compases fueron sosegados y aunque por sectores aún se percibía la humedad que demostraba la intensa lluvia caída durante gran parte de la noche, lo más agobiante era la sensación de pesadez que conlleva un porcentaje elevadísimo de humedad en medio de un calor que a pesar de la hora, no debía ser inferior a los 25ºC; el respirar agitado era tan solo el preludio de una jornada extenuante, pero llena de satisfacciones para los valientes viajeros que se prepararon intensamente para asumir el reto.
La velocidad crucero permitía que el grupo se mantuviera unido, las rampas dóciles del inicio de la cuesta fueron superadas con regocijo por todos los ciclistas y hasta pudieron disfrutar de la lenta elevación del astro rey desde la parte posterior de la montaña, para dejar filtrar sus primeros rayos sobre pastizales de verde intenso donde despertaba penosamente el ganado, y sobre frutales de Mangostino una extraña fruta que es el orgullo de esta hermosa región del centro del país; las miradas se cruzaban con cultivos de aguacate y bellas fincas veraniegas que adornaban una hermosa vía asfáltica, que sin embargo, pronto se convertiría en un verdadero monstruo que a semejanza de un dragón escupiría fuego sobre los agotados músculos de las piernas de los pedalistas; el veredicto estaba dictado, la ‘primera estación’ del “viacrucis de jueves santo” se cumplía dos siglos después y no en Jerusalén, la “sentencia de muerte” era aceptada con humildad por los integrantes del pelotón.
Después de infinidad de curvas que hacen menos evidente el ascenso paulatino, se llega a Fresno, el paisaje
de viejas casas sobre la ladera de la quebrada montaña, dan la sensación de un pesebre gigante rodeado ahora por cafetales coloridos y por bovinos que dejando atrás el blanco se tornan orejinegros; las rampas a la salida de este municipio del norte del Tolima, despiertan del ensueño y recuerdan que para alcanzar la meta habrá que soportar intensos dolores durante el viaje.
Tan solo salir del pueblo y se extraña la filosa lengua del pájaro d’oro, mientras se divisaba el hermoso paisaje, nuestro insigne compañero ha perdido la rueda del lote y ya será muy difícil que la recobre; sin embargo, no será el único, solo unos kilómetros más adelante del casco urbano, el Profe demuestra que su reto no es seguir a nadie, se dedicará a pedalear a su ritmo buscando la única meta importante, coronar los más de 80 kilómetros del coloso páramo de Letras.