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martes, 14 de mayo de 2013

Bogotá en bici...

Cuando se dispuso a desempacar su flaca, ya sabía que le faltaba un accesorio para poder ponerla a punto, pues aun encontrándose en el aeropuerto recibió la llamada de Fernando, quien le daba las primeras indicaciones para la salida del día siguiente, en ese momento repasó la secuencia y notó que no había empacado los pedales… pero llegaba de visita a casa de su suegra, es decir que sería un intruso, y siendo más de las 10 de la noche, no tuvo más opción que acostarse en el sitio que le fue indicado, sería una larga noche.
La motivación de pedalear por primera vez en Bogotá, y el entusiasmo mostrado por quienes serían sus anfitriones ciclísticos, le hicieron madrugar más todavía que su despertador, y esperó pacientemente a que los primeros rayos de sol iluminaran la hermosa sabana que se exhibía radiante con los primeros resplandores del amanecer.   Asombrado, asomó sus cansados ojos para apreciar un firmamento completamente despejado, que de no ser por el frío que se empeñaba en sentir su cuerpo, habría confundido con una playa en el Tayrona.
Un aliciente más para no quedarse en casa, observó a su flaca, que sin pedales parecía invitarlo a salir raudo a otro maravilloso paseo; llamó a su nuevo compañero para indagar sobre la probabilidad de que este tuviese unos pedales de repuesto, pero la respuesta en esta ocasión fue negativa, pues como buen ciclista Fernando pensó en unos de enganche, los cuales no tenía disponibles; esto no desanimó al foráneo que de inmediato salió a buscar ayuda con quienes supuso podían tener algún conocimiento del tema, e imaginó que como en Medellín, muchos porteros se transportarían en el caballito de carbono, y así fue.

“Vaya hasta el puente de guadua, y a la derecha se para un muchacho con repuestos” fue la respuesta de uno de los guardianes de la entrada al conjunto; con esta información atravesó de nuevo el parqueadero para salir por la puerta opuesta y de allí, comenzó el camino de casi 500 metros hasta el famoso puente, y muy cerca de este … no podía creerlo un muchacho con gran cantidad de herramientas y algunos repuestos entre los que sobresalían unos hermosos pedales retro!
Bueno, en ese momento parecieron hermosos, por lo que de inmediato llamó a su anfitrión y le solicitó una prórroga para la salida, pues aunque era temprano, todavía debía hacer el camino de regreso y ajustar la nueva adquisición a su flaca: “la negra”, que le había acompañado en este viaje por última vez.
Después de apretar con las manos sus nuevos pedales, se dirigió raudo al sitio de encuentro, donde fue recibido calurosamente por Fernando y José, quienes aunque ya impacientes, aún conservaban el entusiasmo para la salida de este sábado, así que después del reglamentario saludo, se pusieron en marcha con destino desconocido.
En la mente de sus adoptantes era difícil controlar la risa que producía aquel hombre con vestido de ciclista, pero con unos tenis que le hacían parecer más a la caricatura de un corredor de los años cuarenta, más cuando rodó por la carretera uno de sus portacaramañolas que había quedado flojo durante la armada de la bici.
Nuevamente sin desanimarse, pudo apreciar el paisaje que los condujo por los municipios de Funza y Mosquera, donde ajustó su porta y compró caramañola junto a líquido, para continuar el recorrido que los alejaba del casco urbano de la capital del país, con rumbo a La Mesa; al pasar por el alto de Mondoñedo,  recordó las grandes gestas ciclísticas del país, lo que fue motivación extra, para iniciar el descenso de 20 Km. hasta ‘La Vara’, restaurante que en el municipio de Tena, sería el punto de retorno, lo que quería decir que ascenderían Mondoñedo, todo un reto.
La bajada fue aprovechada para conversar distendidamente con José, pues Fernando decidió que se regresaría un par de kilómetros antes que ellos para esperarlos en el alto; se comentó sobre la excelente conservación de la vía, así como el asombro que causaba en el primíparo el bellísimo paisaje verde húmedo, que aunque trató de comparar con las hermosas vías de Antioquia, siempre pareció más oscuro y tupido; además, el cerrado banco de niebla lo hacía ver más intrigante y sofisticado; recordó el alto de Boquerón, pero definitivamente precisó que habrían reteñido con más verde al paisaje que recorría en este momento.
Al llegar al restaurante mencionado anteriormente, se detuvieron un par de minutos para degustar un gustoso bocadillo de guayaba, e inmediatamente reiniciaron la marcha, pero esta vez en contra de la gravedad, pues se encontraban regresando hacia la capital de Colombia, deshaciendo los pasos andados minutos antes.
La ascensión es dura, aunque sus rampas no tienen un gradiente mayor de inclinación, esta si es sostenida, sin dejar un metro para descansar de la larga pedaleada; una obligada detención por un deslizamiento de tierra bien señalado y continuar el rodar con paso redondo, que comenzó a producir algunos problemas en quien acostumbrado a los pedales de enganche, llevaba pedales de caucho sin ningún tipo de sujeción con los zapatos de payaso que portaba; por si fuera poco, cuando intentó parar en ellos para impulsar su máquina, sintió inestabilidad de esta y pudo comprobar que la llanta delantera se encontraba con el mínimo de aire, pinchazo…
En vista de que podía rodar, decidió no detenerse, ya había ocasionado muchos retrasos en el itinerario programado, así que mientras la rueda girara continuaría pedaleando; el paisaje aunque igual de verde, dejó de parecer tan hermoso como en el descenso, claro que esto se debió a sus ojos nublados por las grandes gotas de sudor que a pesar del intenso frío emanaba su cráneo; poco a poco se acercaban a la cima de este coloso, y el periné indicaba que sería casi imposible, pues dolía intensamente por la falta de irrigación adecuada… por un momento pensó en detenerse, sin embargo, tan solo un par de kilómetros más arriba, ya no sentía dolor, claro, ya no sentía el periné…
El dolor de las piernas no era ‘normal’, acostumbrado a recorrer kilómetros, sabía que por la falta de los pedales estaba presentando alguna inflamación en los tendones de los peronéos laterales, y cuando todo parecía un verdadero infierno, apareció ante sus ojos una recta con menor inclinación que sin duda anunciaba el final de la cuesta, y allí se encontraba Fernando, quien degustaba alegremente unas viandas, con cara de haber reposado lo suficiente para recibirles con semblante de satisfacción y alegría, habíamos coronado.
El alto de Mondoñedo, era otra de los retos superados por primera vez por el foráneo que vino de tierras Antioqueñas a devorar kilómetros en el altiplano y que encontró a unos perfectos cómplices que hicieron de esta experiencia un verdadero placer; sin embargo, había que seguir pedaleando, pues faltaban los cerca de 30 kilómetros que los llevarían de nuevo al merecido descanso, además de las jornadas de domingo y lunes…

4 comentarios:

  1. Excelente relato y muy fiel a los acontecimientos del día, sin embargo me gustaría hacer unas observaciones:

    1. Haciendo respetar el dicho que reza: “paisa que se respete no se vara en ninguna parte”, Eduardo estuvo en el lugar indicado tan solo con diez minutos de retraso. Hubiera sido una lástima haber desaprovechado el buen clima con que amaneció el sábado, sobretodo porque últimamente el invierno y el frío han sido las constantes en nuestras salidas.

    2. Para tratar de igualar las cargas y no demorar más el tiempo de ascenso, le dije a José, que yo bajaría unos 7 km menos que ellos de acuerdo a mis capacidades físicas. Eso me daría unos 30 minutos de ventaja. A la postre solo me tocaría esperar 13 minutos arriba.

    3. Hay que reconocer la fortaleza y el muy buen nivel de Eduardo, ya que traía la rueda delantera baja de aire, la incomodidad de los pedales, el dolor que el menciona y la falta de conocimiento de la cuesta. Me quito el sombrero o mejor dicho el casco.

    4. En las actuales condiciones de inseguridad que vive el país, es también muy loable el que personas como Eduardo, se pongan cita con desconocidos y se deje llevar por ellos a lugares que tampoco conoce. Pero precisamente esas son las cosas que solo se pueden ver en el mundo de los amantes de este bello deporte del ciclismo.

    Saludos todos los colegas de Mariela's y a su embajador Eduardo, que tan bien los representó. Los felicito por esa gran familia ciclística que tienen en la capital de la montaña.

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  2. Gracias, Fernando.
    Un afectuoso saludo, extensivo a Jose, Edwin, Javier y demás...
    Eduardo.

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  3. espero poder estar pronto en tierra paisa y poderlos acompañar en una de sus travesias, hablamos.

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  4. excelente escrito, espero poder acompañarlos pronto en una de sus travesias por tierras paisas. hablamos

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