Cuando se dispuso a desempacar su flaca, ya sabía que le
faltaba un accesorio para poder ponerla a punto, pues aun encontrándose en el
aeropuerto recibió la llamada de Fernando, quien le daba las primeras
indicaciones para la salida del día siguiente, en ese momento repasó la
secuencia y notó que no había empacado los pedales… pero llegaba de visita a
casa de su suegra, es decir que sería un intruso, y siendo más de las 10 de la
noche, no tuvo más opción que acostarse en el sitio que le fue indicado, sería
una larga noche.
La motivación de pedalear por primera vez en Bogotá, y el
entusiasmo mostrado por quienes serían sus anfitriones ciclísticos, le hicieron
madrugar más todavía que su despertador, y esperó pacientemente a que los
primeros rayos de sol iluminaran la hermosa sabana que se exhibía radiante con
los primeros resplandores del amanecer.
Asombrado, asomó sus cansados ojos para apreciar un firmamento
completamente despejado, que de no ser por el frío que se empeñaba en sentir su
cuerpo, habría confundido con una playa en el Tayrona.
Un aliciente más para no quedarse en casa, observó a su
flaca, que sin pedales parecía invitarlo a salir raudo a otro maravilloso
paseo; llamó a su nuevo compañero para indagar sobre la probabilidad de que
este tuviese unos pedales de repuesto, pero la respuesta en esta ocasión fue
negativa, pues como buen ciclista Fernando pensó en unos de enganche, los
cuales no tenía disponibles; esto no desanimó al foráneo que de inmediato salió
a buscar ayuda con quienes supuso podían tener algún conocimiento del tema, e
imaginó que como en Medellín, muchos porteros se transportarían en el caballito
de carbono, y así fue.
“Vaya hasta el puente de guadua, y a la derecha se para un
muchacho con repuestos” fue la respuesta de uno de los guardianes de la entrada
al conjunto; con esta información atravesó de nuevo el parqueadero para salir
por la puerta opuesta y de allí, comenzó el camino de casi 500 metros hasta el
famoso puente, y muy cerca de este … no podía creerlo un muchacho con gran
cantidad de herramientas y algunos repuestos entre los que sobresalían unos
hermosos pedales retro!
Bueno, en ese momento parecieron hermosos, por lo que de
inmediato llamó a su anfitrión y le solicitó una prórroga para la salida, pues
aunque era temprano, todavía debía hacer el camino de regreso y ajustar la
nueva adquisición a su flaca: “la negra”, que le había acompañado en este viaje
por última vez.
Después de apretar con las manos sus nuevos pedales, se
dirigió raudo al sitio de encuentro, donde fue recibido calurosamente por
Fernando y José, quienes aunque ya impacientes, aún conservaban el entusiasmo
para la salida de este sábado, así que después del reglamentario saludo, se
pusieron en marcha con destino desconocido.
En la mente de sus adoptantes era difícil controlar la risa
que producía aquel hombre con vestido de ciclista, pero con unos tenis que le
hacían parecer más a la caricatura de un corredor de los años cuarenta, más
cuando rodó por la carretera uno de sus portacaramañolas que había quedado
flojo durante la armada de la bici.
Nuevamente sin desanimarse, pudo apreciar el paisaje que los
condujo por los municipios de Funza y Mosquera, donde ajustó su porta y compró
caramañola junto a líquido, para continuar el recorrido que los alejaba del casco
urbano de la capital del país, con rumbo a La Mesa; al pasar por el alto de Mondoñedo, recordó las grandes gestas ciclísticas del
país, lo que fue motivación extra, para iniciar el descenso de 20 Km. hasta ‘La
Vara’, restaurante que en el municipio de Tena, sería el punto de retorno, lo
que quería decir que ascenderían Mondoñedo, todo un reto.
La bajada fue aprovechada para conversar distendidamente con
José, pues Fernando decidió que se regresaría un par de kilómetros antes que
ellos para esperarlos en el alto; se comentó sobre la excelente conservación de
la vía, así como el asombro que causaba en el primíparo el bellísimo paisaje
verde húmedo, que aunque trató de comparar con las hermosas vías de Antioquia,
siempre pareció más oscuro y tupido; además, el cerrado banco de niebla lo
hacía ver más intrigante y sofisticado; recordó el alto de Boquerón, pero
definitivamente precisó que habrían reteñido con más verde al paisaje que
recorría en este momento.
Al llegar al restaurante mencionado anteriormente, se detuvieron
un par de minutos para degustar un gustoso bocadillo de guayaba, e
inmediatamente reiniciaron la marcha, pero esta vez en contra de la gravedad,
pues se encontraban regresando hacia la capital de Colombia, deshaciendo los
pasos andados minutos antes.
La ascensión es dura, aunque sus rampas no tienen un
gradiente mayor de inclinación, esta si es sostenida, sin dejar un metro para
descansar de la larga pedaleada; una obligada detención por un deslizamiento de
tierra bien señalado y continuar el rodar con paso redondo, que comenzó a
producir algunos problemas en quien acostumbrado a los pedales de enganche,
llevaba pedales de caucho sin ningún tipo de sujeción con los zapatos de payaso
que portaba; por si fuera poco, cuando intentó parar en ellos para impulsar su
máquina, sintió inestabilidad de esta y pudo comprobar que la llanta delantera
se encontraba con el mínimo de aire, pinchazo…
En vista de que podía rodar, decidió no detenerse, ya había
ocasionado muchos retrasos en el itinerario programado, así que mientras la
rueda girara continuaría pedaleando; el paisaje aunque igual de verde, dejó de
parecer tan hermoso como en el descenso, claro que esto se debió a sus ojos
nublados por las grandes gotas de sudor que a pesar del intenso frío emanaba su
cráneo; poco a poco se acercaban a la cima de este coloso, y el periné indicaba
que sería casi imposible, pues dolía intensamente por la falta de irrigación
adecuada… por un momento pensó en detenerse, sin embargo, tan solo un par de
kilómetros más arriba, ya no sentía dolor, claro, ya no sentía el periné…
El dolor de las piernas no era ‘normal’, acostumbrado a
recorrer kilómetros, sabía que por la falta de los pedales estaba presentando
alguna inflamación en los tendones de los peronéos laterales, y cuando todo
parecía un verdadero infierno, apareció ante sus ojos una recta con menor
inclinación que sin duda anunciaba el final de la cuesta, y allí se encontraba
Fernando, quien degustaba alegremente unas viandas, con cara de haber reposado
lo suficiente para recibirles con semblante de satisfacción y alegría, habíamos
coronado.
El alto de Mondoñedo, era otra de los retos superados por
primera vez por el foráneo que vino de tierras Antioqueñas a devorar kilómetros
en el altiplano y que encontró a unos perfectos cómplices que hicieron de esta
experiencia un verdadero placer; sin embargo, había que seguir pedaleando, pues
faltaban los cerca de 30 kilómetros que los llevarían de nuevo al merecido
descanso, además de las jornadas de domingo y lunes…
Excelente relato y muy fiel a los acontecimientos del día, sin embargo me gustaría hacer unas observaciones:
ResponderEliminar1. Haciendo respetar el dicho que reza: “paisa que se respete no se vara en ninguna parte”, Eduardo estuvo en el lugar indicado tan solo con diez minutos de retraso. Hubiera sido una lástima haber desaprovechado el buen clima con que amaneció el sábado, sobretodo porque últimamente el invierno y el frío han sido las constantes en nuestras salidas.
2. Para tratar de igualar las cargas y no demorar más el tiempo de ascenso, le dije a José, que yo bajaría unos 7 km menos que ellos de acuerdo a mis capacidades físicas. Eso me daría unos 30 minutos de ventaja. A la postre solo me tocaría esperar 13 minutos arriba.
3. Hay que reconocer la fortaleza y el muy buen nivel de Eduardo, ya que traía la rueda delantera baja de aire, la incomodidad de los pedales, el dolor que el menciona y la falta de conocimiento de la cuesta. Me quito el sombrero o mejor dicho el casco.
4. En las actuales condiciones de inseguridad que vive el país, es también muy loable el que personas como Eduardo, se pongan cita con desconocidos y se deje llevar por ellos a lugares que tampoco conoce. Pero precisamente esas son las cosas que solo se pueden ver en el mundo de los amantes de este bello deporte del ciclismo.
Saludos todos los colegas de Mariela's y a su embajador Eduardo, que tan bien los representó. Los felicito por esa gran familia ciclística que tienen en la capital de la montaña.
Gracias, Fernando.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo, extensivo a Jose, Edwin, Javier y demás...
Eduardo.
espero poder estar pronto en tierra paisa y poderlos acompañar en una de sus travesias, hablamos.
ResponderEliminarexcelente escrito, espero poder acompañarlos pronto en una de sus travesias por tierras paisas. hablamos
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