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martes, 19 de julio de 2011

La doble a Doradal 2!!

Para quienes nos sentimos unos “verracos” en la habitación y antes de que pudiéramos siquiera quitarnos el uniforme para la respectiva ducha, Paila nos dejó ver que somos solo unos atrevidos, pues llegó después de haber iniciado la jornada al salir de su trabajo, sin realizar paradas, y sin acompañantes… eso es verraco!
Una leve enfermedad me privó de las delicias de esta tierra, que degustaron con el mayor de los gustos mis exhaustos compañeros, y algunos parecieron excederse con la enorme cantidad de alimento que comieron, un solo par consumió tal cantidad que llenaría el estómago de miles de niños hambrientos. Sobra mencionar a los más glotones, pero, sorprendieron en esta ocasión Chavela y Fastástico, que casi acaban con el pequeño restaurante…
La veraniega tarde fue aprovechada para descansar, y cuando este servidor al anochecer se acercó a la farmacia buscando alivio a su penoso malestar, fue interrogado por el boticario sobre la gran cantidad de foráneos que se habían acercado durante toda la tarde, comprando principalmente jeringuillas de todos los volúmenes, evidentemente… estaba confundido! Y es que en un pueblo medianamente turístico, ese debe ser frecuente, y el señor de la farmacia no lo sabía.
La noche comenzó con mejores sensaciones, un buen baño en la piscina en compañía de mi hijo, junto a Urrao y Cuneta, quienes parecían muy distraídos al parecer embelesados con alguna sirena que por la deshidratación y el síndrome de respuesta sistémica que me aquejaba, no pude apreciar… lo cierto, es que junto a los mencionados Marielo’s, nos dirigimos a buscar algo de comer y mi antojo nos llevó a degustar una deliciosa ensalada de frutas, que infortunadamente terminó unas horas más tarde en el sanitario, sin siquiera digerirse.

La emesis que se acompañó de disentería, impidió que la mañana del día siguiente (domingo), pudiera salir con el grupo a la nueva etapa, que fue pactada como “una rodadita suave”, y que los llevó hasta Puerto Boyacá, atravesando los límites de tres departamentos, para terminar haciendo cerca de 100 Km, que aunque en terreno plano llevó a que el grupo rodara por cerca de tres horas y media, y con intenso viento que limitaba el avance, fue un esfuerzo adicional.
Entretanto, por fin Morfeo se acordó de este mortal y me abrazó sosegadamente por casi tres horas, y permitió que al recuperar la conciencia, el alma volviera al cuerpo.  Al llegar el grupo, a pesar del cansancio, muy animadamente todos al unísono programamos una salida al famoso cañón de Rio Claro, a unos 20 Km de allí.
Una vez concretado el transporte para todos, nos desplazamos hasta la entrada del sitio mencionado, donde por la hora, se decidió almorzar, y nuevamente aunque el restaurante donde se realizó la ingesta era un gran parador turístico, casi no alcanza la comida para los voraces Marielito’s. En este trayecto, nos cruzamos con los compañeros que no pudieron viajar con todos nosotros y que para no perderse el paseo, hicieron el recorrido con un día de desventaja, para regresarse con el lote completo. De hecho, venían mas disgregados que Jeniffer y Marc; y para no perder la costumbre, el primero era Pantani, seguido no tan de cerca por Chepelimón, Gaviota, y aún más atrás, Pala, Tavo y Omarduque, quien comentó posteriormente que incluso paró a darse un corto baño en uno de los provocativos chorros que se encuentran al lado de la vía.
La hermosa geografía Colombiana y en especial Antioqueña, reanimó al grupo, mientras disfrutábamos del intrigante cañón, que por las lluvias caídas en la parte alta de la montaña tenía sus aguas turbias, y que con su hermoso verde impresiona a cada visitante.  En este  paraje volvimos a vivir el famoso “paseo de olla”, que disfrutaran nuestros viejos en años anteriores a la tenaz violencia que impidió se gozara por largo tiempo.
Y al parecer por tanto tiempo, pero sin nadar, el Médico fue arrastrado por la corriente, y por un momento pareció ser otra baja para el regreso, lo que alivió temporalmente al Monito, que ya estaba preocupado por los cupos en el carro para poder suspender la etapa de regreso en caso de extremo cansancio.
Sin excepción después de las horas pasadas en este paraíso, los rostros se veían renovados, y felices, y las risas abundaron en el trayecto de regreso al hotel, y al llegar, nos reunimos con los nuevos, es decir quienes acababan de llegar, a departir y comentar las impresiones del duro camino realizado, lo que terminó de relajar nuestros cuerpos, aunque nuestra mente continuaba preocupada por lo que se aproximaba, y era el regreso.

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