Empezamos por Minas... |
El frío no podía opacar el ánimo desbordado con el que se
iniciaba la primera jornada de este duro reto; la oscuridad solamente hizo más
luminoso el deseo, mientras una fugaz llovizna fue el único inconveniente
climatológico en un periplo memorable que recibió la semana mayor del selecto
grupo de ciclistas Marielo’s.
El primer ascenso del día sirvió para probar las sensaciones
en las piernas y demostrar el espíritu combativo que se requirió para la
primera de las cuatro durísimas jornadas de pedal; por eso al coronar la inicial
cumbre las dudas aún inundaban los pensamientos, y la fatiga hacía resonar las exhalaciones
que abandonaban el pecho con velocidad de rayo, cuando se surcó en primera
instancia el alto de Minas, esta vez por su vertiente norte.
Un ligero descanso para la respectiva reagrupación y el
descenso de 42 kilómetros que permite apreciar con excelente claridad la
belleza de las tierras montañosas de Antioquia, junto a las coloridas fachadas
de los caseríos que con imponencia se erigen a lo largo de las sinuosas cumbres;
atravesar Versalles recordando sus orígenes como “El Roblal” por los frondosos
bosques que algún día colmaron estas quebradas laderas de la cordillera central
y llegar a Santa Bárbara con sus balcones naturales que permiten el descanso
visual, y en adelante también el de las piernas, que agradecen la ausencia de
pedaleo en los durísimos desniveles de la famosa Quiebra.
Sofocante calor. |
Después de cruzar el río Cauca, el festín se realiza en La
Pintada, en donde un delicioso sancocho de bagre ayuda a reponer los nutrientes
necesarios para el largo recorrido que queda pendiente; al reiniciar, el calor
que no se entiende si baja o sube pues se siente tanto en la espalda como en
los pies y la cara, por lo que la pérdida de líquido será importante en los
siguientes 100 kilómetros que en contra del desnivel del río, nos sacan del
departamento, pasando por tierras Caldenses de Marmato y Supía; para nuevamente
cruzar el mismo río en el puente de Irra y ‘sufrir’ los últimos kilómetros de
este ondulante trayecto que hace doler las piernas tanto como el sistema
cardiovascular tornándose interminable a los ojos del cansancio extremo, así
que los últimos repechos antes de la segunda detención, parecen realmente altos
de categoría especial; hemos llegado a Tres Puertas.
Caras desencajadas, incluso náuseas, se mezclan con la
enorme satisfacción y alegría de superar la primera
Un balde!! |
No es mentira, las piernas comienzan a quebrarse tanto o más
que la vía, y la inclinación creciente, acompañada de una visual endiablada que
permite sin curvas apreciar el duro desnivel que se debe superar, hacen que
solo la determinación faculte el rodar de las bielas, pues las fuerzas se han
ido; a mitad del inmarcesible ascenso, el deseo de bajarse es tan fuerte que la
mente debe quedar en blanco para continuar pedaleando; y después de tan colosal
esfuerzo: el alto de Boquerón.
Pero, hay que continuar... |
Desde allí se divisa plenamente nuestro objetivo inicial, la
“querendona, trasnochadora y morena”, hemos cumplido, pues solamente queda un
corto descenso, atravesar el viaducto y descansar; por eso la celebración es
plena, aunque sin muchos aspavientos o ruido, sabemos que valió la pena, que el
ciclismo es también sufrimiento, pero que el regocijo que produce vencer el
reto propuesto, siempre es mayor y el ánimo vuelve a estar en lo más alto.
Compartir las sensaciones y planear la siguiente etapa, es el
más importante de los eventos que se realiza sin la ‘flaca’, por lo que se
disfruta la tertulia, las ‘amenazas’ y ‘lamentos’ de quienes permiten tan
memorables experiencias, que te forman en cada instante y te permiten crecer y
madurar persistentemente.
Vamos por La Línea. |
El descanso es pleno, en la mañana siguiente la alegría se
mantiene y aun aumenta con la ingestión de la primera comida del día; el
comentario general es la cumbre que nos espera, nos enrumbamos hacia la más
mítica cima que tiene nuestro hermoso país, la montaña que en la cordillera
central separa los departamentos de Tolima y Quindío y que siendo paso obligado
de las principales competencias ciclísticas del país, ha definido la mayor
parte de ellas; el principal motivo para este periplo, La Línea.
Saliendo de Pereira, rápidamente la vía nos hace saber que
no será fácil el trayecto, desde el primer kilómetro la carretera anda hacia
arriba, como prediciendo una dura jornada; las piernas aún muestran los estertores
de la jornada previa y la angustia se dibuja en el rostro inundado por el sudor;
pero con determinación, el avance continúa por estos realmente hermosos paisajes
cafeteros que rodean una impecable carretera que se da el lujo de adornarse con
un peaje surrealista hecho en pura guadua.
Empieza el ascenso. |
Salimos de Risaralda y nos adentramos en el Quindío, pasamos
muy cerca de Armenia sabiendo que volveremos en breve para pernoctar en su
seno, y de allí un fluctuante sube y baja permite disfrutar de la belleza de
Salento y Circasia, para acercarnos a la rotonda que en territorio de Calarcá, da la bienvenida al ascenso tan
esperado y preparado, por lo que la emoción es sublime, sin embargo, será
superada solamente un par de horas después.
Pedalear nuevamente en contra de la gravedad, hace sentir
ardor en los músculos de los miembros inferiores, pero hincha pletórico el
corazón, no con sangre sino con entusiasmo desbordado, pues se está frente al
reto soñado, planeado, entrenado y finalmente realizado con la colaboración y
apoyo de tantos… unos que comparten el esfuerzo denodado, otros silenciosos que en la distancia nos
desean lo mejor y nos envían su amor a cada instante, lo sabemos, lo sentimos y debemos continuar, solo eso…
Cada pedalazo nos acerca al aún tan lejano sueño, el viento
intenta detener nuestros pasos, pero con arrojo
Esfuerzo mancomunado. |
La boca de un túnel sin inaugurar, indica que hemos subido
más de cinco kilómetros, y todas las descripciones de quienes conocían con
antelación esta cuesta, parecen una broma ante la mucho mayor dificultad que
presenta el reto, el aliento quedó abajo, por lo que resoplamos con tal fuerza
que opacamos el bramar de los motores diesel que intentan como nosotros subir
su pesada carga al filo de la montaña, solo que ellos no sienten el peso de la
desesperación que se apodera de nuestras entrañas al ver el pobre avance sobre
el asfalto, ante el esfuerzo enorme que realizamos.
Ya se insinúa el agotamiento. |
El paisaje se torna gris, no solo por la niebla que abunda
en la segunda parte de la cuesta, sino porque con mucha dificultad podemos
separar nuestra mirada del pavimento, que insiste en devolvernos, mientras las
corrientes de viento que bajan desde la cima nos mecen de uno a otro lado, como
arrullando el cansino paso.
Cansaperros le llaman a algún sector de esta durísima ascensión,
“después del descanso” se atrevieron a mencionar algunos; pero sin descanso y
con las palpitaciones de nuestro órgano propulsor retumbando en los temporales
(sienes), se ve con espanto el abrupto aumento de la inclinación, lo único que
atinamos a pensar es: “como hicieron una pared de puro asfalto?”; y las
advertencias de llevar una relación menor se empiezan a explicar, y según los
pocos recuerdos que logran atraerse al consciente, la parte más dura no ha
comenzado.
Una de las máquinas que rugía minutos antes, se encuentra
detenida en el inicio de una cerrada curva a la derecha, y un bulto con forma
de un ser conocido agita un adminículo de color rojo, intentando prevenir y
desviar a los demás vehículos que en las dos direcciones transitan el
espectacular paisaje montañoso en el que forzadamente avanzamos, en este punto,
el abismo se nos volteó a la izquierda, pero no supimos en qué momento.
Solo se debe seguir intercalando los pies, el uno arriba y
el otro abajo y sucesivamente mover el resto del
Que loma tan dura! |
La cabeza no deja de dar vueltas, el delirio se ha apoderado
de la mente y solo una silueta que rueda sobre dos círculos es capaz de
momentáneamente regresarnos a la realidad, únicamente para informar que después
de la siguiente curva monstruosa en inclinación, harán falta cinco kilómetros
para coronar el coloso; no es mejor la realidad que el desvarío, pues el deseo
de detener la marcha y regresar se hace casi incontenible.
La única forma de continuar es volver a dejar la mente en
blanco, pero se cruzan insistentemente la cara de los seres queridos y dudamos
si el túnel oscuro que dejamos atrás, es el que quienes han regresado de la
muerte narran como luminoso y brillante y que se ha vuelto negro en medio del
inhumano esfuerzo que seguimos intentando realizar.
No miren abajo |
Las curvas se continúan a derecha e izquierda, a lo lejos,
muy arriba se pueden identificar las siluetas de tractomulas que lentamente
recorren la vía; sabemos que la distancia es amplia, pero en este punto el
tormento ha disminuido pues las piernas casi no duelen, el inconveniente es que
no sabemos si continúan girando alrededor del embielado, tenemos que desviar la
mirada para verlas seguir pedaleando, ya no las sentimos.
Después de casi dos horas, cuando se está a punto de
renunciar, aumentan las ráfagas de viento frío que hacen vacilar respecto a la
sensación intransigente de ingerir cualquier líquido dulce, y como alucinación nirvánica
un querube surte dicho deseo; se siente el líquido enfriar el esófago y
alojarse glorioso en el estómago.
El pedaleo constante nos acerca a más automóviles que de
todos los tamaños y en ambos sentidos circulan lentamente por la vía, entonces
la expresión facial se torna un poco más amena, no deben notar el desmedido
cansancio que nos acompaña; no obstante al ver los verdes uniformes que
acompañan los fusiles de dos siluetas, la pregunta sobre la distancia a la cima
es respondida con la más maravillosa frase que se ha escuchado en toda la
jornada: “ya llegó, es ahí…” … lo logramos!
En el alto de La Línea únicamente se encuentran dos soldados
con la tez calcinada por el frío y los letreros
Llegamos... |
Después de las fotos de rigor, vuelven las energías; la
chacotería se apodera del ambiente, se bromea y se burla de cada uno, de
nuestros absurdos pensamientos durante el ascenso y de las dudas que se
presentaron por el camino, ya no importa el cansancio, ya no importa la
distancia, se ha cumplido con el objetivo y sabemos que podemos sentirnos
orgullosos; todo el que ha montado en bicicleta sabe que el esfuerzo es
considerable, el tesón personal, grupal y familiar nos permitieron la hazaña.
Como poseído por la alegría, el firmamento brilla con gran
intensidad mientras se inicia el descenso por el mismo camino que nos acercó al
éxtasis del periplo iniciado en la lejana Medellín dos días atrás, y que ha
permitido pisar tierras de cinco departamentos que bordean la cordillera
central de nuestro hermoso país.
Jueves santo en Armenia. |
Unos kilómetros después de llegar a la rotonda en
jurisdicción de Calarcá, se encuentra nuestra meta del día, con la claridad de
que ya el objetivo fue cumplido, se departe alegremente mientras se rueda
relajadamente hasta la plaza de Bolivar en el centro de la ciudad milagro; de
allí al sitio de descanso de esta segunda jornada, unos breves impulsos a la
flaca y estamos en el hotel.
Como rutina maravillosa, los comentarios, las ‘acusaciones’,
las ‘explicaciones’, pero sobre todo las risas, las burlas sanas y el colegaje,
retornan todas las fuerzas invertidas en tan temible etapa, que sin ser tan
larga como la anterior, si fue la más dura y la más esperada por cada uno de
los integrantes de este heterogéneo colectivo.
También se descansó el cuerpo, sin dejar de pensar en las
dos jornadas restantes que sin duda seguirían siendo un enorme reto, máxime si
se tiene en cuenta la distancia acumulada en tan solo dos días, que ya era de
más de tres cientos kilómetros; por eso, aunque se disfrutó de la compañía
mutua, la cama recibió relativamente temprano a los bravos deportistas.
La salida de Armenia, como no se esperaba fue en constante
ascenso, las piernas enviaban insistentemente
Viernes de padecimiento... |
La enfermedad, mientras permitió que alguno retomara el
camino, obligó a otro a abandonar definitivamente el periplo, viviendo su
propio viacrucis y está claro que ante la intensidad del recorrido, el cuerpo
se reciente en algunos casos hasta el límite, por lo que no sería el último de
los resueltos pedalistas que se vería forzado a regresar a casa con motor ajeno,
por la enorme cruz en la espalda y la corona de espinas.
Que belleza de infraestructura vial. |
Se enfrentó el ascenso que conduce por el funcional y bello
puente espiral que adorna los paisajes del eje cafetero, para detener la marcha
y nutrir el resentido metabolismo del cuerpo; y al reiniciar, un sutil chubasco
que humedeció levemente el recorrido, sin amilanar el enorme deseo de llegar a
la “Manizales del alma”; por lo que el antiguo camino que de tres puertas
conduce a la capital de Caldas, aunque con enormes baches e incluso terreno de
pavé, se hizo en forma distendida, sin que ello implicase menor sufrimiento,
pues las fuerzas habían sido exigidas al límite en los ya muchos kilómetros
recorridos.
A pesar del cansancio, se logró coronar el duro repecho que
da la bienvenida a Manizales hasta la plaza de toros, que se pensó mientras se
veía a mano derecha, debería ser destinada a espectáculos menos sangrientos que
para el que fue diseñada; ya se había cumplido la tercera etapa y solo quedó el
descanso con un buen duchazo y buscar la mejor alimentación para reponer la
potencia usada en el recorrido hasta el momento realizado.
La tarde lluviosa y fría permitió compartir las sensaciones
y expectativas de la mayoría, que con alegría
Si caben?? |
El último día de la osada marcha por el eje cafetero, siguió
en la tónica del día anterior, por lo que más abandonos por enfermedad fueron
la nota tediosa del inicio de jornada, pero las cartas estaban echadas, y había
que continuar para demostrarnos una vez más la excepcional casta que porta el
lote en cada uno de sus integrantes; el descenso fue la mejor noticia para
iniciar el trayecto que nos llevaría nuevamente a Medallo.
El mono Jaramillo, no dejó de brillar |
Luego de bajar por una estupenda vía, bien señalizada, con
asfalto en perfecto estado y bien diseñados peraltes en las curvas, se continuó
el camino ya transitado tres días atrás, que conduce junto a un calor
extenuante por toboganes cortos y largos, hasta el departamento de Antioquia,
entrando por el municipio de Valparaiso, bordeando en dirección de su corriente
al fastuoso rio Cauca; las piernas tratan de engarrotarse y los pulmones jadean
a cada pedalazo, pero la determinación se encarga de acallar sus apagadas voces
y continuar tozudamente con rumbo a La Pintada, sitio elegido previamente para
el reaprovisionamiento.
Mucho líquido y la poca comida sólida que el cuerpo tolera,
nuevos comentarios sobre las incidencias vividas y la infortunada despedida de
quienes deciden abandonar a los demás, sin importar las condiciones de quienes
vienen más atrás; un roce con vehículo
motorizado que llevó al suelo al conductor de este último y a pagar el arreglo
de un espejo; pero el camino se erigía más adelante, así que sin
arrepentimientos había que continuar.
La carretera se empina muy pronto, y el sofocante calor hace
sufrir más de lo imaginado; se sienten las
Comienza la parte dura del regreso |
Se dice que para ser ciclista se requiere tener alma de
masoquista, pero ni alguien que sufra de este trastorno, disfrutaría el agudo
dolor en las piernas y el incesante resoplar de la respiración, mientras se
intenta ganar metros a la montaña, que nos separa de nuestras familias, pero
principalmente de nuestras camas, que en ese momento no logramos sacar del pensamiento,
aunque sabemos que queda aún mucho esfuerzo y mucha cadena que enrollar para
merecernos dicha dicha.
Cuando se está a punto de flaquear, aparece venturoso el
descanso de Vista Hermosa, y un par de kilómetros más adelante, en una infernal
curva a la derecha comienza el trayecto famoso conocido como La Quiebra; al
iniciar los más de 8 kilómetros que la conforman, se entiende perfectamente el
nombre que le fue asignado, pues fractura completamente la poca resistencia que
aún se conserva y hace que nos preguntemos por que decidimos asistir a esta
pesadilla.
Por fin, Santa Bárbara y el merecido descanso en las
declinaciones que rodean este municipio; el abismo ya no está a la derecha y
podemos apreciar el cañón que sumerge las plantaciones frutales que afaman este
territorio del suroeste antioqueño al lado izquierdo; pero la fortuna dura
poco, y las rampas vuelven a aparecer sin dejar tregua hasta el Alto de los
Gómez, en donde un nuevo descanso permite tomar aire y sentir que el asfixiante
calor fue reemplazado por un liviano aire frio que huele a verde, montaña y
tierra.
Llegar a Versalles genera un alivio indescriptible, aunque
se sabe que faltan cinco duros kilómetros, es un trayecto lleno de curvas que
conocemos perfectamente y que presenta una completa sombra sobre la vía, por lo
que se asume la parte final de los 42 kilómetros de ascenso con el último
entusiasmo que nos queda en el cuerpo… y en la mente.
El pedalear pesado hace que se avance muy lentamente, se
hace eterno el tiempo empleado en rodear la última parte de la montaña antes de
hallar su cima; pero la felicidad es total cuando al girar en una cerrada curva
a la derecha, se divisan los estaderos que abundan en este alto, y en uno de
ellos, los compañeros! Vencimos el alto
de Minas, también por la vertiente sur.
Aunque faltan en este lugar, cerca de 40 kilómetros para
llegar a casa, es el culmen de una exitosa salida de
semana santa, pues lo que
queda se hará en descenso y terreno llano, permitiendo departir y simplemente
dar trámite al recorrido final; el sol brilla en lo alto del firmamento del
valle de Aburrá, y al atravesar Caldas, La Estrella y Sabaneta, el sosiego de
la misión cumplida llena el espíritu de los aventureros que retaron la
carretera, y la vencieron.
La despedida parece fría, pero solamente muestra el
abatimiento físico de un grupo de gomosos ciclistas, que seguirán dispuestos a
arremeter desafíos grandes, porque grandes son sus espíritus y grande el deseo
de compartir con sus cómplices, las aventuras que permite el ciclismo, no
solamente sobre la bicicleta, sino en cada instante compartido, porque después
de crecer juntos, hoy son una enorme familia.
Sin duda alguna, cada uno en lo más profundo de su
existencia, agradece a los demás por tanta entrega, tanto entusiasmo y tanta
alegría concedida sin esperar nada a cambio; y solo cuenta las horas y los
días, para que las obligaciones le permitan reunirse nuevamente con el más
extraordinario grupo ciclístico de Colombia.
Excelente señores...sueño con poderlos acompañar algún día en una de sus travesias
ResponderEliminarExcelente crónica, no menciona a ningún participante por su nombre. Una presición el estadero 2 kms antes de La Quiebra no se llama BUENA VISTA el nombre correcto es VISTA HERMOSA.
ResponderEliminarMaravillosa, que hazaña
ResponderEliminarPRECISION
ResponderEliminardisfrute mucho de esta lectura (deberían sacar un libro con tales hazañas)
ResponderEliminarexcelente cronica, felicitaciones a nuestro reportero por esa historia tambien redactada,un saludo a todos los enfermos con el virus, solo queda decirles mi mas cinsera felicitaciones a todos esos heroes de la bicicleta que tomamos parte de este periplo de historias de familia, de nuestro gran grupo ciclistico mariela recorriendo nuestro hermoso pais, y especialmente a la categoria de los heroes, chepe confite, alan nuestro invitado, bernardo, y el ingeniero, y todos nuestros ilustres compañeros que hicimos parte de una nueva historia que recordar en nuestras vidas gracias a dios por esta semana que nos regalo para vivir.....
ResponderEliminarDeseamos pronta recuperación a todos los aventureros que asumieron este monumental reto, y que llegaron con afecciones en su salud. Todos son unos vencedores!
ResponderEliminarmuy buena foto de todos subiendo minas, me imagino la felicidad de todos al llegar al alto.
ResponderEliminarmuy buena foto de todos subiendo minas, me imagino la felicidad de todos al llegar al alto.
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