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martes, 11 de septiembre de 2012

Crónica del domingo.


“No soy un ciclista sólo en el sentido de que viajo en bicicleta, lo soy en el mismo sentido en que algunas personas son socialistas, fundamentalistas cristianos o realistas éticos; es decir el ciclismo es mi ideología, un sistema de creencia sobre la base de la pureza y la economía de movimiento y generosidad para con el ambiente… y quiero convertir a otros”.  
Estas palabras de Robert Hanks, ilustran claramente mi sentimiento personal respecto al juguete que nos fortalece el espíritu cada semana en la sagrada mañana de domingo; y es por esto que debido a la actual situación del grupo, en los últimos días se ha oscurecido el panorama, impidiendo una redacción interesante de las crónicas, pero en un nuevo llamado al respeto por nuestros compañeros, los invito a discutir, entendido como exponer razones, y llegar a acuerdos que nos permitan una renovada partida en la línea de salida.
En una mañana de domingo, cuando corría el año 2005, me dirigí ansioso al sitio de encuentro, y aunque distaba mucho de la elegancia y glamur con el que viajaban mis compañeros y sus hermosos caballos de aluminio, me sentía honrado de rodar hasta el municipio de San Pedro con mis nuevos colegas;  sentía cierta fascinación por ‘enfrentarme’ a curtidos ciclistas que sabía estaban muy por encima de mis escuálidas condiciones.

Ese día los 8 ciclistas del grupo, vieron nuevamente al gomoso que se les unió en el descenso a La Pintada, un par de semanas atrás, y que no tuvo problema para seguirles el paso hasta ese municipio antioqueño, claro, era descendiendo, pero me retiré mientras los demás desayunaban, sin realizar el durísimo ascenso que los llevaría al alto de Minas con destino a Medellín.  Pero ahora, me encontraron, en el sitio de partida, o bueno muy cerca de este, y realizaría el recorrido completo… si mis fuerzas lo permitían.
Parece que no fue una buena entrada, por que tan solo un par de kilómetros después de unirme al colectivo, tal vez para evitarnos la fatiga, San Pedro vino a nuestro encuentro, y el diluvio pareció tomarse la carrera ochenta, impidiendo que viéramos siquiera la rueda trasera de quien nos precedía, por lo que sin pensarlo, nos guarnecimos en un pequeño Mall comercial que se encuentra cerca del colegio San Carlos, desde donde el lúgubre ambiente se acompañó de un silencio profundo.
Solo llevábamos algunos minutos en ese lugar, cuando en auto se detuvo frente a nosotros, y uno de los ciclistas tomó su máquina, la subió en el mismo y se fue raudo, de seguro a disfrutar de su aún cálida cama, mientras yo pensaba que unos minutos después, me quedaría solo por que el desfile continuaría; pero, afortunadamente, no hubo más vehículos motorizados, y después de un eterno rato, la lluvia comenzó a ceder, por lo que a la voz de quien después conocí como El Profe, quien nos hizo una invitación que en ese momento nadie podía rechazar, nos dirigimos sin protestar a “Mi Buñuelo”.
Al llegar a ese conocido local, ávidamente consumimos algunas ‘saludables’ frituras, mientras se comentaban muchos temas relacionados con la eterna compañera: la bici.  La ansiedad de no saber el comportamiento de mis piernas, mutó por la ansiedad de no saber qué decir; desde muy pequeño conocía mi enorme limitación para comunicarme con personas que no me conocen y por consiguiente que yo tampoco conozco,  y había entendido la razón por unas palabras de mi abuelo: “este muchacho es muy tímido”; por eso hasta hoy agradezco que aunque todos los demás se conocían, y hablaban alegremente, no olvidaron que me encontraba allí, y se dirigieron en muchas ocasiones directamente a mí, haciendo desde ese momento, que me sintiera uno más del combo.
Supe entonces que Juandiego, era quien se había marchado en el automóvil, y que Zurriburri estaba también recién integrado al equipo, más adelante, y una vez se decidió cambiar el recorrido por haberse hecho tarde, supe que al único que podría intentar superar era al más locuaz del grupo, claro, el Monito, quien fue el último en soltarme en la subida al alto de Las Palmas, que fue el destino de aquel memorable día.
Al llegar al estadero que en ese entonces se encontraba en la cumbre, fui recibido con una sonora carcajada por el Profe, quien sin duda se encontraba satisfecho de haber ‘humillado’ al invitado; entonces sin arrogancia alguna, agradecí por la invitación y traté de integrarme a la conversación que ya tenían; comencé claro por quien me invitó, así que comenté a Leña, que me esforzaría para seguirles el paso en futuras salidas y me comprometí con Monstruo a madrugar a las 5 de la mañana, a entrenar con él.  Mientras tanto, Carlomagno, me miraba con alguna curiosidad, imaginé unas salidas después que su pensamiento se relacionaba con el estado de mi bicicleta, cuando subiendo a Boquerón expresó: “el médico carga arena en la bicicleta”.
Muchas cosas han pasado desde entonces (ahora los caballitos son de carbono),  todas buenas, aunque algunas también excelentes, y estoy convencido que falta la mayoría; porque después de tantos años, todos hemos evolucionado, pero cada vez nos sentimos más identificados con este reconocido grupo ciclístico, y personalmente, estoy dispuesto a luchar o esperar para que siga consolidándose cada día, hasta que uno a uno nos vayamos retirando por la única razón válida para abandonar a esta gran familia, que quienes queden nos acompañen al destino final.

P.D. El domingo fuimos a Molino Viejo, feliz por el reencuentro… gracias a todos!

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